miércoles, 26 de septiembre de 2007

Mapa estelar prehistórico


Hay dos cuevas con pinturas rupestres en la zona sur de la provincia de Cádiz, en el término municipal de Los Barrios.

Una de ellas es la cueva Magro. La importancia de esta cueva radica en una representación de un conglomerado de puntos realizada en color ocre rojo. Estos puntos podrían estar transmitiéndonos el conocimiento del cielo nocturno para los antiguos pobladores de esta zona.

Si superponemos un mapa celeste podemos apreciar que los puntos nos muestran el cielo a medianoche en dos momentos concretos del año. En la parte izquierda el solsticio de invierno, y en la derecha el solsticio de verano, las dos siguiendo la orientación de la estrella polar.

Las coincidencias son sorprendentes. Sólo encontramos una ligera modificación producto de la variación de la posición de las estrellas debido a la precesión de los equinoccios durante estos cuatro mil años trancurridos.

Podemos reconocer con claridad constelaciones muy importantes del cielo, como Can Mayor, Leo, Eridano y Orión, todas correctamente posicionadas.

Los conglomerados de puntos están también relacionados con los astros. Parecen formas de león y de cabra. Es bien conocido el mito del león que persigue a la cabra en Oriente medio del II milenio a.C. El león representa al solsticio de verano y la cabra al solsticio de invierno.

Debajo de ellos hay una corriente de puntos que parece representar un río. Esto es más complicado de entender, porque parece representar la grandeza del firmamento totalmente repleto de estrellas o tal vez la Vía Láctea que cruza el firmamento como un río durante todo el año. Por eso quizá quiso representarlo con la forma de un río o vía, de un camino.

Las pinturas están considerablemente deterioradas debido al tiempo transcurrido y a la climatología. De momento, sólo contamos con unos calcos en blanco y negro que se encuentran el el libro de Uwe Topper, "El arte rupestre en la provincia de Cádiz" y que él mismo, como autor del hallazgo pudo realizar "in situ". También se acompaña una imagen expuesta en el mismo libro, donde se puede apreciar la relación evidente de la pintura de la cueva Magro, con determinadas constelaciones del firmamento en ambos solsticios mencionados.

domingo, 16 de septiembre de 2007

Cádiz, 1690

Decía Abreu de Cádiz que "era la ciudad de Cádiz la más próspera, rica y abastada tanto de moneda, joyas, piedras, oro y plata, sedas, trajes, soberbios y costosos adornos y aderezos de casas de cuantas en su tanto tenía toda España", y todo este lujo traerá profundas consecuencias, reflejadas en vicios, ociosidad, cobardía y debilidad. Se trata de una sociedad dominada por el dinero, hasta el punto de que los gaditanos preferían «morir guardando los ídolos del dinero y haciendas que en defensa de sus personas, de sus honras, hijos, mujeres y deudos, de su Rey, de su ley y de patria». La llegada masiva de extranjeros ha empeorado la situación, ya que si Cádiz hubiera estado «poblada solamente de gente originaria, desinteresada de tratos y mercancías, criada en más trabajo y dureza, y no entre el trabajo... de quien se engendra la codicia y afemina los ánimos, pusieran mejor cobro en la defensa de sus personas, mujeres e hijos, y de su patria: es decir, el comercio no sólo engendra avaricia y egoísmo, sino que lleva a la molicie y acostumbra a la comodidad, apartando a las personas de los sacrificios».

La literatura corográfica insistiría mucho en la abundancia de géneros y abastos existente en la respectiva ciudad, como una forma más de mostrar su grandeza. Dado que el hinterland gaditano carece, como es bien sabido, de cualidades naturales como para desarrollar una producción agraria ubérrima, sus habitantes gozarán de todo tipo de productos gracias a su carácter de un emporio comercial (como dijera Horozco, «parece que lo mejor que se cría y cae en todo lo poblado se ofrece y viene a esta ciudad») que se remonta a la antigüedad más lejana, acuñándose así el mito de relacionar la prosperidad de la urbe con la dedicación al comercio. Según Suárez de Salazar, «tuvo siempre esta Isla grande fábrica de navíos, y los mejores marineros que en aquellos tiempos se conocían, a este grande número de personas que tuvo, añado la Variedad de extranjeros, que no son poco adorno en una república. Aquí, por ser esta Isla raya del mar Océano, y Mediterráneo, se halla todo lo que cría el mar, y tierra más remoto. Aquí se ven los ingenios, las artes, las lenguas, y trajes de todas las naciones del mundo, de suerte, que quien gustase verlo todo, o había de dar mil vueltas al mundo, o vivir en esta ciudad, porque todo lo que en otras partes produce la tierra, o hace la industria, aquí está todo junto, y sobrado; de donde como de almacén se divide, y reparte por toda España, y Nuevo mundo. Por esto llamó Estrabón a Cádiz amplísimo Emporio».

Pero una dedicación comercial no exenta, sin embargo, de dificultades: la principal preocupación de Horozco será el declive mercantil de la ciudad (no olvidemos que, en su calidad de almojarife, debía estar bastante familiarizado con los problemas comerciales de la misma) como consecuencia de las dificultades experimentadas por el tráfico con las Indias como consecuencia del auge sanluqueño, aunque dicho lugar no fuera el más idóneo para tal actividad, por cuanto, exhibiendo uno de los argumentos favoritos de los defensores de la ubicación gaditana del monopolio, señalará cómo «para salir de la barra de aquel río, sobre la misma barra, que es negocio peligrosísimo, de que se ha causado excesivas pérdidas de haciendas y de navíos con la vida de mucha gente».

Y, sobre todo, debido a la pérdida del comercio con la Berbería a raíz del aumento de derechos e impuestos sobre dicha actividad, lo que provocaría que «se apartaron las más de las naciones que venían al trato y diéronse a ir a contratar en Berbería, enriqueciendo a los moros, proveyéndolos de mercaderías, armas, artillería, y de artífices de ellas, lo cual no se había hecho hasta aquel tiempo porque no sabían otro camino, ni curaban de otra contratación que la de esta ciudad...de manera que por esta vía y por este camino, ha decaído esta ciudad en tanta disminución que después acá se han perdido y asolado gran parte de las casas y edificios y los años han desayudado con enfermedades, faltas de bastimentos y cosecha de pan». Todavía en la época en que Horozco escribe la proyección americana de Cádiz no se ha consolidado definitivamente, y en muchos círculos de la ciudad las relaciones con Berbería debían parecer un terreno más provechoso y fructífero (para el mismo Abreu, «es esta isla y ciudad, según común opinión, plaza importantísima y llave de España por la buena disposición de su puerto y
vecindad y comunicación con Berbería», añadiendo cómo, de ser evacuada por la corona, se perdería el comercio con dicha región), por cuanto permitía sostener una importante actividad industrial (la cera) y ofrecía la ventaja de no chocar con el monopolio sevillano. Es posible que
Horozco sintonizara con estos intereses y preocupaciones africanistas, que no debieron ser ajenas a la organización de sendas expediciones contra Larache y La Mamora (narrada
ésta precisamente por Horozco) ya en el reinado de Felipe III. En cualquier caso, Berbería sigue patente en las preocupaciones de los munícipes gaditanos en los primeros años del siglo XVII, tanto en lo que se refi ere a las relaciones mercantiles, como a la potencial amenaza que representaban los corsarios musulmanes.

A Fray Jerónimo lo que le preocupa, sin embargo, es la defensa del monopolio comercial gaditano con las Indias: «Tiene Cádiz comercio con cuantas Naciones hay en el mundo, y a ella acuden de todo género de embarcaciones, y gentes. Por Ceuta, Tánger, Mamora, Larache, Orán, y otros Puertos cercanos al Africa comercia con la Berbería, trayéndose de allá entre otros
géneros de mercaderías, como Corambres, Alfombrillas, Miel, Dátiles, Trigo, y otras menudencias, Cera mucha en abundancia... las otras mercaderías, y regalos, que de varias partes de el mundo vienen a Cádiz, son muchas, y de todos los géneros, que se conocen en Europa, Asia mayor, y menor, África, Indias Orientales, y Occidentales, repartiéndose desde Cádiz para toda España, y otras tierras. De manera, que la falta de término, y tierra, que tiene el corto ámbito de la Isla para estos frutos, quiso la naturaleza a porfía suplir por estos medios, siendo su comercio hoy el más grueso, y próvido, que conocen los nacidos, dando ella en recompensa, fuera de los muchos géneros, que aquí descienden de España, el mucho oro, y plata de que abunda».

(Revista de Historia Moderna - Iglesia y Religiosidad)

Una historiadora localiza el primer periódico gaditano diario

En el último tercio del siglo XVIII, Cádiz vivía una auténtica ebullición periodística con la proliferación de publicaciones e imprentas. Entre ellas, una de las más interesantes es el Diario de Cádiz de 1796, primera gaceta diaria de la ciudad y que la historiadora Beatriz Sánchez ha localizado en una Universidad de Yale a pesar de que se desconocía prácticamente su existencia. "Había referencias indirectas y nadie lo daba como un periódico del siglo XVIII", explica la investigadora, que lo encontró como parte de su tesis La obra periodística de Juan Antonio Olavarrieta/José Joaquín de Clararrosa: Semanario Crítico de Lima (1791), Diario de Cádiz (1796) y Diario Gaditano (1820-1822).

Ahora, después de obtener una copia microfilmada de los 52 números que se publicaron, puede afirmar que se trata de un rotativo "moderno", arriesgado" y que enseguida cosechó un "rotundo éxito". Y es que, a pesar de su corta vida, del 1 de abril al 27 de mayo de 1796, tuvo un total de 131 suscriptores, de los que un 8% eran mujeres (cifras muy altas para la época) y lanzó a la calle 244 páginas. Sánchez encuentra los motivos de esta aceptación en su apuesta por un formato moderno y unos contenidos de carácter misceláneo. "Se publican desde artículos muy serios sobre ortografía, elocuencia o teatro; a información de actualidad muy útil para los comerciantes; hasta poemas muy chabacanos", explica la historiadora, que ha estado dirigida en su tesis por los profesores de la Universidad de Cádiz Alberto Romero y Fernando Durán. Además, "es llamativo que el propio autor teatral Juan Pablo Forner utilice las páginas del diario para dar la réplica a las malas críticas a su obra El filósofo enamorado", algo que ya había realizado en el Diario de Madrid.

La buena acogida por parte del público gaditano no impidió que el Diario de Cádiz de 1796, que nada tiene que ver con el actual, se viese interrumpido por orden de Madrid mes y medio después de su primer número. "Había cometido la imprudencia de publicar el extracto de un proyecto militar, en un momento en el que no se permitía que las cuestiones políticas se tocasen en la prensa", explica la investigadora. La represalia fue la orden de cese y la destrucción de todos los ejemplares.
Beatriz Sánchez, que ha dedicado seis años a esta tesis, considera que por este motivo apenas se conservan referencias y que no figure en las obras dedicadas al periodismo del XVIII. De hecho, en España sólo la Fundación Joly y la Biblioteca Colombina de Sevilla conservan algunos números, mientras que en Estados Unidos la Universidad de Yale y la de Conética custodian dos colecciones completas.

La baja calidad del papel que se utilizaba en la época para abaratar costes y el propio carácter efímero de estas publicaciones también fueron decisivas para que su huella prácticamente desapareciese. Pese a todo, la historiadora asegura que se trata de "un periódico de provincia pero con aspiraciones de tener repercusión nacional". Y, tal vez, si no hubiese sido obligado a cerrar tan pronto hubiese conseguido mayor repercusión. De hecho, un rotativo coetáneo del Diario de Cádiz, Correo de Cádiz, aprovechó su desaparición para incorporar algunas de sus características. El hallazgo, sin duda, ayudará a comprender mejor el panorama de la prensa gaditana.

(Noticia extraída del Diario de Cádiz 06/02/2007)