Queríamos destacar la novedad histórica que ese carácter representa en la ciudad y al mismo tiempo su ajeneidad. Cádiz quedaba encerrada por sus murallas y en el siglo siguiente se considerarían su límite a su crecimiento; esto, claro está, referido al único lugar por donde la ciudad podía extenderse y que era el istmo.
Que el comercio fue la actividad principal durante los siglos XVII y XVIII no ofrece ninguna duda. La importancia de Cádiz en el comercio americano fue tal que consiguió arrebatar el monopolio que disfrutaba Sevilla (1717). Razones de control administrativo habían hecho de Sevilla el puerto final de ese tráfico, pero evidentemente la navegación era más fácil hasta Cádiz, y esa facilidad proveniente de la geografía fue la que impuso el traslado de la Casa de Contratación al lugar desde donde se realizaba verdaderamente el comercio para su control, pues de otra manera parece ser que el contrabando o comercio fuera del control administrativo era cuantioso y ello representaba pérdida de ingresos para la Corona.
Del siglo XVIII se dice que fue el siglo de oro de Cádiz y, en efecto, favorecida por el comercio y por la política borbónica que establece el modelo centralista-absolutista francés, adquiere dimensiones de ciudad ilustrada.
Las ideas mercantilistas de la nueva dinastía no podían sino coincidir con los intereses de la ciudad. La liberación del comercio en lo que respecta a considerar el oro y la plata americanos como una mercadería más y la ruptura del sistema de flotas como único para el comercio americano, tendría magníficas consecuencias para la formación de la burguesía gaditana que, junto con la barcelonesa, es en opinión de Vicens Vives la única que merece tal nombre en la península.
Al incremento de población derivada de la importante actividad económica, acompaña el aumento y mejora de las edificaciones de la ciudad (Barrio de San Carlos) y también de la calidad de vida, dotándolas de centros de actividad educativa y cultural como el Colegio de Medicina y Cirugía (1748), el primero de tal clase que se funda en España; la fundación del Observatorio Astronómico en el Castillo de Guardiamarinas (1751) que posteriormente en 1793 sería trasladado a San Fernando; Escuelas de dibujo, aritmética y geometría.
Los promotores de estas actuaciones eran verdaderos prototipos del espíritu de la Ilustración, Marqués de la Ensenada, Jorge Juan y sobre todo O`Reilly, como gobernador de Cádiz entre 1779-86, moderniza el aspecto de la ciudad y sus comunicaciones; enlosado de sus calles, establecimiento del servicio de Postas de Ruedas (Cádiz-Madrid), construcción de cuarteles para el alojamiento de la tropa lo que implicaba liberación de alojamientos para el vecindario, y proyecto de restauración del acueducto del Tempul que al final no se realizó.
Resulta curioso constatar que aunque el comercio americano estaba en decadencia a finales de siglo, la ciudad seguía creciendo y que se realizaron cuantiosas inversiones en la construcción inmobiliaria. Las grandes transformaciones económicas que se inician en este siglo a remolque de la Revolución Industrial, generan problemas de adaptación a las que España en general reaccionó tardíamente quedando sus infraestructuras insuficientes para mantener la potencia de las vías comerciales.
Cádiz deberá enfrentar un doble reto; por un lado, la importancia creciente del tráfico terrestre por el invento del ferrocarril amenazaba con alejarle de los centros de decisión, y por otro la máquina de vapor hace que se desarrollen nuevos prototipos de barcos para los que el puerto y la Bahía eran inconvenientes debido tanto a cuestiones de índole batimétrica, calado escaso, como de índole técnica, carencia de muelles y máquinas que respondieran a la nueva organización de trabajo.
Cádiz ante las Grandes Transformaciones del Siglo XIX. El ferrocarril produce grandes transformaciones en el transporte de mercancías. El primer proyecto surge en Jerez como medio de llevar sus productos vinícolas hasta la Bahía, en 1829, muy cercana a la inauguración del primer ferrocarril europeo en Inglaterra (Stockon-Darlington) en 1825. No debía ser ajeno el hecho de la importancia del capital inglés implicado en la producción agrícola jerezana. El proyecto se limitaba a vehicular la salida de productos jerezanos, y fue posiblemente ese carácter tan localista y reducido de miras el primer factor de su fracaso pues en efecto las grandes inversiones necesarias para su construcción requerían la inclusión en un más amplio sistema de comunicaciones y redes comerciales que rentabilizarán el capital invertido. El hecho es que entre esa fecha y la inauguración del ferrocarril Cádiz-Sevilla en 1861, se desarrolla una pugna de intereses que involucra a las ciudades comerciales de la zona de la Bahía por conseguir ser el punto terminal de tal vía de comunicación. Los retrasos y lentitud en el desarrollo del proyecto no sólo respondían a esa pugna de intereses sino a la insuficiencia de capital y el aparente poco apoyo que la administración central otorgaba a tales proyectos.
Tampoco hay que olvidar la presencia continua de la guerra civil en el siglo XIX, que tan nefasta fue para la actuación al nuevo sistema económico. Además el ferrocarril gaditano debía competir con proyectos paralelos de comunicaciones más tradicionales no terrestres, es decir, los proyectos que perpetuaban la comunicación basada en la navegación. Esos proyectos escapaban de la visión regional que requerían los nuevos tiempos, y cada uno dejaba fuera a alguna de las ciudades del área cuando se plantea ya la comunicación con Sevilla a través del ferrocarril, de manera que un proyecto siempre hacía surgir la oposición de la ciudad no implicada.
El aspecto modernizador del ferrocarril está en íntima relación con el respeto a las ideas mercantilistas, igualando las oportunidades de competencia frente a Sevilla, e incluso Málaga, y así el comercio podría elegir libremente el lugar donde realizar las transacciones con mayor beneficio, y no estar sometido al monopolio y especulación que ejercía Sevilla respecto a los productos del hinterland comercial tradicional de Cádiz, Extremadura y el margen sur del Guadalquivir, obligando a los productos destinados a la exportación a detenerse en Sevilla “por falta... de una vía más recta y más en contacto con sus respectivas posiciones e intereses, pues la topografía de su situación les llama a Cádiz, mercado natural suyo para poner sus frutos en el mar, con cuyo fin los llevan a Sevilla en la actualidad”. La riqueza agrícola de los pueblos de la izquierda del Guadalquivir aseguraría la amortización de la línea, pues el movimiento de mercancías sería de ida y vuelta, desde Cádiz aunque también se verificarán las mejoras del río de Sevilla. En la comparación que se hace de los dos proyectos resaltan las ventajas del ferrocarril frente a la navegación fluvial; el primero es el ahorro de tiempo, ese ahorro de tiempo produce ventajas de tipo económico al abaratar los costos de los seguros que requiere el transporte fluvial y también de seguridad y comodidad, tanto para las mercancías como para los pasajeros.
Ayuntamiento de Cádiz
lunes, 19 de noviembre de 2007
Historia de Cádiz III
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