domingo, 16 de septiembre de 2007

Cádiz, 1690

Decía Abreu de Cádiz que "era la ciudad de Cádiz la más próspera, rica y abastada tanto de moneda, joyas, piedras, oro y plata, sedas, trajes, soberbios y costosos adornos y aderezos de casas de cuantas en su tanto tenía toda España", y todo este lujo traerá profundas consecuencias, reflejadas en vicios, ociosidad, cobardía y debilidad. Se trata de una sociedad dominada por el dinero, hasta el punto de que los gaditanos preferían «morir guardando los ídolos del dinero y haciendas que en defensa de sus personas, de sus honras, hijos, mujeres y deudos, de su Rey, de su ley y de patria». La llegada masiva de extranjeros ha empeorado la situación, ya que si Cádiz hubiera estado «poblada solamente de gente originaria, desinteresada de tratos y mercancías, criada en más trabajo y dureza, y no entre el trabajo... de quien se engendra la codicia y afemina los ánimos, pusieran mejor cobro en la defensa de sus personas, mujeres e hijos, y de su patria: es decir, el comercio no sólo engendra avaricia y egoísmo, sino que lleva a la molicie y acostumbra a la comodidad, apartando a las personas de los sacrificios».

La literatura corográfica insistiría mucho en la abundancia de géneros y abastos existente en la respectiva ciudad, como una forma más de mostrar su grandeza. Dado que el hinterland gaditano carece, como es bien sabido, de cualidades naturales como para desarrollar una producción agraria ubérrima, sus habitantes gozarán de todo tipo de productos gracias a su carácter de un emporio comercial (como dijera Horozco, «parece que lo mejor que se cría y cae en todo lo poblado se ofrece y viene a esta ciudad») que se remonta a la antigüedad más lejana, acuñándose así el mito de relacionar la prosperidad de la urbe con la dedicación al comercio. Según Suárez de Salazar, «tuvo siempre esta Isla grande fábrica de navíos, y los mejores marineros que en aquellos tiempos se conocían, a este grande número de personas que tuvo, añado la Variedad de extranjeros, que no son poco adorno en una república. Aquí, por ser esta Isla raya del mar Océano, y Mediterráneo, se halla todo lo que cría el mar, y tierra más remoto. Aquí se ven los ingenios, las artes, las lenguas, y trajes de todas las naciones del mundo, de suerte, que quien gustase verlo todo, o había de dar mil vueltas al mundo, o vivir en esta ciudad, porque todo lo que en otras partes produce la tierra, o hace la industria, aquí está todo junto, y sobrado; de donde como de almacén se divide, y reparte por toda España, y Nuevo mundo. Por esto llamó Estrabón a Cádiz amplísimo Emporio».

Pero una dedicación comercial no exenta, sin embargo, de dificultades: la principal preocupación de Horozco será el declive mercantil de la ciudad (no olvidemos que, en su calidad de almojarife, debía estar bastante familiarizado con los problemas comerciales de la misma) como consecuencia de las dificultades experimentadas por el tráfico con las Indias como consecuencia del auge sanluqueño, aunque dicho lugar no fuera el más idóneo para tal actividad, por cuanto, exhibiendo uno de los argumentos favoritos de los defensores de la ubicación gaditana del monopolio, señalará cómo «para salir de la barra de aquel río, sobre la misma barra, que es negocio peligrosísimo, de que se ha causado excesivas pérdidas de haciendas y de navíos con la vida de mucha gente».

Y, sobre todo, debido a la pérdida del comercio con la Berbería a raíz del aumento de derechos e impuestos sobre dicha actividad, lo que provocaría que «se apartaron las más de las naciones que venían al trato y diéronse a ir a contratar en Berbería, enriqueciendo a los moros, proveyéndolos de mercaderías, armas, artillería, y de artífices de ellas, lo cual no se había hecho hasta aquel tiempo porque no sabían otro camino, ni curaban de otra contratación que la de esta ciudad...de manera que por esta vía y por este camino, ha decaído esta ciudad en tanta disminución que después acá se han perdido y asolado gran parte de las casas y edificios y los años han desayudado con enfermedades, faltas de bastimentos y cosecha de pan». Todavía en la época en que Horozco escribe la proyección americana de Cádiz no se ha consolidado definitivamente, y en muchos círculos de la ciudad las relaciones con Berbería debían parecer un terreno más provechoso y fructífero (para el mismo Abreu, «es esta isla y ciudad, según común opinión, plaza importantísima y llave de España por la buena disposición de su puerto y
vecindad y comunicación con Berbería», añadiendo cómo, de ser evacuada por la corona, se perdería el comercio con dicha región), por cuanto permitía sostener una importante actividad industrial (la cera) y ofrecía la ventaja de no chocar con el monopolio sevillano. Es posible que
Horozco sintonizara con estos intereses y preocupaciones africanistas, que no debieron ser ajenas a la organización de sendas expediciones contra Larache y La Mamora (narrada
ésta precisamente por Horozco) ya en el reinado de Felipe III. En cualquier caso, Berbería sigue patente en las preocupaciones de los munícipes gaditanos en los primeros años del siglo XVII, tanto en lo que se refi ere a las relaciones mercantiles, como a la potencial amenaza que representaban los corsarios musulmanes.

A Fray Jerónimo lo que le preocupa, sin embargo, es la defensa del monopolio comercial gaditano con las Indias: «Tiene Cádiz comercio con cuantas Naciones hay en el mundo, y a ella acuden de todo género de embarcaciones, y gentes. Por Ceuta, Tánger, Mamora, Larache, Orán, y otros Puertos cercanos al Africa comercia con la Berbería, trayéndose de allá entre otros
géneros de mercaderías, como Corambres, Alfombrillas, Miel, Dátiles, Trigo, y otras menudencias, Cera mucha en abundancia... las otras mercaderías, y regalos, que de varias partes de el mundo vienen a Cádiz, son muchas, y de todos los géneros, que se conocen en Europa, Asia mayor, y menor, África, Indias Orientales, y Occidentales, repartiéndose desde Cádiz para toda España, y otras tierras. De manera, que la falta de término, y tierra, que tiene el corto ámbito de la Isla para estos frutos, quiso la naturaleza a porfía suplir por estos medios, siendo su comercio hoy el más grueso, y próvido, que conocen los nacidos, dando ella en recompensa, fuera de los muchos géneros, que aquí descienden de España, el mucho oro, y plata de que abunda».

(Revista de Historia Moderna - Iglesia y Religiosidad)

No hay comentarios: