domingo, 18 de noviembre de 2007

Historia de Cádiz II

A partir del siglo VIII entra en la órbita del mundo musulmán, que seguía practicando el comercio a su manera, una manera poco estudiada y que desde nuestro punto de vista occidental era lo más parecido a la piratería. La participación en este comercio sería pequeña y en todo caso insuficiente para hacer de Cádiz una ciudad de primer rango, pues otros puertos eran los preferidos y entre ellos Algeciras, que significaba el trayecto más corto desde el continente africano.

También permanecía la actividad de construcción naval. En el siglo IX, ante las invasiones normandas los reyes de Sevilla piensan en la seguridad de la costa Sur-Occidental y deciden para su defensa la construcción de naves en Cádiz, además de en Cartagena y Tarragona, razón de esa continuidad que ofrecía una garantía en la construcción de barcos. Que esa actividad no fue escasa lo demuestra el hecho de que la carabela, de origen Árabe (Carabo) se constituye en el barco andaluz por antonomasia. Existe una continuidad histórica en la construcción de carabelas que transcendió a la ocupación cristiana en el siglo XIII y que será el barco utilizado para el descubrimiento americano.

En cuanto a la ciudad, aún son más escasos los datos. Los geógrafos y viajeros musulmanes que escribían sobre Cádiz, vienen atraídos por su pasado histórico, recogen y reinventan los mitos herculeanos, describen la estatua de Hércules que romana o fenicia fue demolida hacia el siglo XI, y dan testimonio de la pervivencia de las ruinas. La calificación de "villorrio" pasa a ser sustituida por la de "villa", irrelevante tal vez en el conjunto de Al Andalus, pero que mantenía una moderada actividad comercial, siempre con relación a la Bahía.

No es exactamente un villorrio lo que encuentran las tropas cristianas que saquean Cádiz poco antes de su incorporación a la corona de Castilla por Alfonso X, y que regresan a Sevilla con un cuantioso botín, consistente en mercaderías, oro y plata. La visión de las ruinas producirá sin duda la impresión de decadencia, pero no debe considerarse como signo de la ausencia de toda actividad ciudadana, máxime para un sistema cultural que traía desde oriente el hábito de compartir su espacio urbano con los restos demolidos del pasado.

A Alfonso X, le pareció el puerto ideal desde el que impulsar la conquista africana y con ese fin decide reedificarla y revitalizar su comercio concediendo con el titulo de ciudad un régimen económico que incluía la libertad de mercado para los vecinos de Cádiz, una feria de un mes libre de derechos, y que el resto de las mercancías en Cádiz sólo pagasen un tercio de lo que deberían haber pagado en Sevilla. Esta última medida significaba la voluntad de desviar parte del comercio sevillano hacia la Bahía de Cádiz y es la primera de la que tenemos noticia, que refleja la competitividad entre las dos ciudades que se mantendrá a partir de ahora y cuyo punto álgido corresponde a la lucha por el comercio marítimo. Claro que este tráfico maritimo aún tardará dos siglos en llegar, pero durante este tiempo la recuperación de lo mercantil en Europa era un hecho y las ciudades italianas, tenían en el tráfico marítimo la vía comercial preferente.

En el siglo XIII, los andaluces navegaban por la costa occidental de África y las Canarias, en busca de oro, esclavos y otras mercancías, compitiendo con los portugueses, con los que parece ser eran frecuentes los incidentes de piratería y saqueo mutuo. Este comercio con África era lo bastante jugoso para explicar la disputa luso-andaluza y también la creciente presencia de los genoveses en el protagonismo del comercio gaditano en los siglos siguientes.

De esta ciudad reedificada, que contaba con un castillo, queremos destacar la construcción de una cerca que la rodeaba y de la que hoy se conservan los arcos de las tres puertas que daban acceso a la ciudad (arcos de la Rosa, El Pópulo y de los Blancos). Esta cerca de mampostería, almenada y con torres de trecho en trecho, es la primera referencia documental a la construcción de murallas en Cádiz. Claro que no era la primera vez que las tenía, pues al menos habían sido destruidas durante el asalto cartaginés a Cádiz. Pero cuando tratamos de saber el grado de significación de tal elemento en la ciudad como antecedente histórico, nos encontramos con que en las descripciones de la ciudad no se hace referencia a ello.

Este tema revestía importancia porque las murallas constituyen un elemento urbano de consideración a partir del siglo XVII tal que durante los siglos siguientes se consideraba a Cádiz una fortaleza de primer orden. Así que el siglo XVII significó para Cádiz su construcción como fortaleza. A partir de 1598 se inicia la reedificación de Cádiz bajo la dirección de Cristóbal de Rojas. Se construyeron los principales castillos: el fuerte de Santa Catalina, San Sebastián y Puntales, y se forma el primer plano de la ciudad, con los proyectos de las fortificaciones en 1609. Este es sin duda el primer plano que muestra su configuración y que permite seguir su posterior evolución y desarrollo. En el plano del proyecto de Cristóbal de Rojas, se contemplaba la construcción de la muralla frente la Bahía, con las puertas de acceso a la ciudad, una de las cuales, correspondiente a las fronteras de Puertas del Mar, era la principal entrada. También se preveía cerrar la ciudad por la parte del istmo; en 1639 se construyeron los muros de la puerta de Tierra aunque el proyecto definitivo será de José Baruala realizado en 1756.

Este carácter de ciudad fortaleza se consolida en el siglo XVIII y guarda estrecha relación con la entrega definitiva de Gibraltar a Inglaterra tras la paz de Utrech en 1713.

Sin embargo la ciudad no pierde de ninguna manera su carácter mercantil y el centro de gravedad de la actividad permanecía en la Bahía. Si acaso el efecto más palpable de la construcción de murallas y sobre todo de la puerta de tierra es devolver a Cádiz su carácter de isla.

El elemento militar era extraño y al hacerse prioritario en la forma de decisiones pugnaba con los intereses comerciales. Además, tampoco Cádiz satisfacía las exigencias especiales requeridas para las instalaciones militares. De nuevo la Bahía y su espacio ribereño acaparan la actividad ahora también militar. Los arsenales en el puente Suazo y en la Carraca y posteriormente la capitanía del departamento marítimo en San Fernando 1769 son fiel reflejo de esa insuficiencia.

Ayuntamiento de Cádiz

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